Reflexión 20 de Septiembre

Buenos días 
Generalmente, cuánto nos cuesta ponernos frente al Sacramento de la Penitencia (Confesión).
Cuánto cuesta pensar en ella, e incluso hablar sobre lo que es y lo que aporta a los que se acercan a la Confesión.
Y es una pena, porque en este Sacramento se pone de manifiesto el gran ATRIBUTO DE DIOS que es el PERDÓN, siempre y sin condiciones cuando la persona es capaz de acercarse arrepentida a pedir ese PERDÓN.
Son muchas las cuestiones que plantea este tema, que podremos ir desarrollando y exponiendo en sucesivas meditaciones, pero hoy voy a quedarme en la cuestión que no pocas personas plantean.
¿Por qué tengo que ir al cura a contarle mis cosas íntimas cuando es una persona frágil como yo?
Pido perdón a Dios directamente, y ya está.
Veamos, en primer lugar cualquier pecado tiene una dimensión comunitaria, aunque se haya cometido contra Dios, contra una persona concreta o contra uno mismo, repercutiendo siempre negativamente en la comunidad cristiana.
No se puede olvidar también que por el Bautismo formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.
El Sacerdote es el Ministro del Señor, y cuando está en el confesionario, está en Nombre de Cristo y representando a todo el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia.
Acoge en la confesión el arrepentimiento del penitente, y en Nombre de Cristo y de su Iglesia (que somos todos los bautizados) le otorga el PERDÓN.
Hermanos, los que tanto os cuesta plantearos el confesar y los que más o menos lo hacéis alguna vez: SED VALIENTES, y también POBRES y HUMILDES ante el Señor, y de la mano de María, nuestra Madre y nuestra Guia, ir a recibir este gran Sacramento del Perdón y de la Liberación con más  frecuencia y sin resistencia interior.
Vereis y comprobareis lo que es el AMOR DE DIOS.
Recemos ya, como cada dia, por todas necesidades de los Hermanos de la Casa de la Madre y Guia. AMÉN.